5 jul 2009

Qhapaq Ñam (por Fernando Moraga)




Esta semana se dio a conocer la noticia de que arqueólogos del Departamento de Antropología de Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile participan en la postulación conjunta del Camino del Inca como Patrimonio Mundial de la Humanidad, gracias a que se adjudicaron dos licitaciones del referido proyecto, en que se viene trabajando desde hace varios años.

Lo único que no alegra es saber que la licitación referida es desde Arica hasta Antofagasta, mientras que Atacama y Coquimbo seguirán esperando.

El tema debe interesarnos porque lo correspondiente al Collasuyo, o el sur del imperio de Tahuantisuyo, es de la Región de Coquimbo, donde los incas mantuvieron jefatura territorial, aplicando su modelo, religioso, social, militar y económico por espacio del siglo, que antecede la llegada de Diego de Almagro.

Lo que sucede hasta el presente es que mientras no se cuente con estudios especializados como los comentados, sólo nos quedamos en que "hubo" o "existen" sectores donde todavía se refleja su traza. Y mientras ello ocurra, lo que preservó la naturaleza -porque la voluntad ciudadana hizo poco- seguirá desapareciendo, como se observa en el sector de Los Infieles y Llanos de Arqueros, cercanos a La Serena.

Los famosos caminos troperos de la vieja y nueva minería, que tejen una compleja telaraña vial, han atentado contra esta maravilla que permitía a nuestros antepasados cobrizos ser actores de paso en una vía de más de 2.200 kilómetros que la organización incaica permitía recorrerlos en 10 días cuando se trataba de asuntos oficiales y chasquis entrenados o, en tres meses, cuando lo usaban las comitivas.

Hasta hace 50 años, los estudiosos advertían que fue camino incaico el tramo que salía de Paitanás a Incahuasi, pasando por el portezuelo de Hualcuna hasta Elqui; entrando en Marquesa para seguir por el valle de Hurtado hasta Combarbalá.

Tras el famoso episodio de la prisión de Atahualpa y su oferta de pagar con varias habitaciones repletas de oro, permitió comprobar que dicho metal, casi en su totalidad, provino de sitios auríferos de la región coquimbana y la zona central chilena. Para nuestro caso, Andacollo, Kananay (Canela: Destello de Sol) y Chigualoco, por dar tres nombres.

Keller sostiene que la producción anual que se tributaba al Cuzco era de 2 mil setecientos cincuenta kilos, lo que lleva a deducir que por el sendero, mientras hubo control imperial se desplazó al norte una carga de 200 mil kilos de oro.

Para asegurar los envíos se contaba con puntos de apoyo cada cuatro leguas, sumando 95 incahuasis, más otros tantos camaricos y tambos.

El primer blanco que recorrió esa vía fue el español Gonzalo Calvo de Barrientos, que salió de Cuzco con las orejas cortadas y una azotaina mayúscula por haber robado parte del tesoro de Atahualpa. Como había casado con una princesa quechua, tuvo salvoconducto y trato de autoridad en Atacama, Coquimbo y Aconcagua.

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