La Columna de José G. Martínez Fernández.
Si tiene la mala suerte de perder su cartera en Lima –con documentos y dinero incluidos- prepárese a vivir una odisea en la enorme urbe que es la capital peruana. Allí la Embajada de Chile es –para sus compatriotas- un gran elefante blanco. Esto aconteció allí con una chilena.
Sucedió exactamente el 25 de agosto reciente a una señora que llegó a Lima en un bus Ave Fénix, procedente de Trujillo. Una chilena, con radicación en Arica.
Dejó olvidada su cartera en el asiento tres o cuatro del nivel superior del bus. Cuando advirtió su ausencia subió apresuradamente allí. Ella era una de las últimas en bajarse, así que esperaba tener suerte…
Pero no. La cartera no estaba. Cuando manifestó ello al chofer del bus éste le dijo que dos mujeres habían subido después porque se les había quedado una chaqueta y dio cierta fisonomía de las mujeres…
Pues bien, la señora le manifestó que existía una filmación de todos los pasajeros (en la mayoría de las ciudades peruanas se filma a los pasajeros, ante el temor de acciones delictuales contra ellos) y que allí él podía identificar a las señaladas. De inmediato el chofer manifestó que no se acordaba de ellas. Es decir: cambió su anterior versión.
En la cartera iban todos los documentos, otros objetos y recuerdos personales y poco dinero en soles y dólares…lo suficiente para sobrevivir unos días en Perú.
Sin documentos y sin plata, la señora debió enfrentarse a la enorme urbe que es Lima. Lo primero que debió hacer es ir hasta una delegación policial a poner una denuncia por la pérdida de los documentos. En ese lugar le indicaron que debía ir a la Embajada de Chile en Lima.
Ésta está ubicada en el barrio residencial de San Isidro, exactamente en la avenida Javier Prado Oeste. Es una magnífica construcción. Como casi todas las Embajadas.
Allí presentó ella su problema. La embajada tomó cuenta de lo sucedido y ayudó en ello, mas la señora no tenía un peso para su sobrevivencia en Lima: alojamiento, comida, pasajes y el costo de los papeles…
Allí –entonces- surge la pregunta:
¿Cómo es posible que la Embajada de Chile en Perú no cuente con un ítem para solucionar estos problemas?
No se trata de regalarle a la persona el dinero. Se podía prestarle. Ella es jubilada y, a mitad de cada mes, recibe su sueldo. Entonces ella hubiera pagado.
Pero no. La Embajada de Chile en Lima es un edificio blanco, inasequible, inhumano.
Así es que usted, amigo y amiga, que vaya a Lima ya sabe que con la Embajada de su país apenas puede contar para algunos asuntos básicos.
Si tiene la mala fortuna de perder dinero y documentos y no tener quien lo saque del apuro es casi seguro que se convierta en mendigo por unos días en un país extraño, aunque un país hermano.
Por suerte la señora tuvo a mano a quien pudo pasarle dinero. Ese se lo facilité yo, porque la señora es mi tía Isabel Bernardina Hurtado. Pero...¿qué hubiera pasado con una persona que si hubiera quedado sin documentos y sin ningún peso y quien no hubiera podido recurrir a nadie?
Debo dejar en claro que en ambos países (Chile y Perú) muchos se portaron como perfectas personas, menos nuestra Embajada en Lima.
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