La Columna de José G. Martínez Fernández.
Carlos de Rokha –uno de los hijos del majestuoso Pablo y de Winétt- es un alto valor de la lírica chilena de todos los tiempos. Su poesía, bella dentro de los cánones de cierto hermetismo, conmueve a los lectores.
Su temprano viaje hacia el silencio dejó a la poesía en lengua hispana sin una de sus mayores promesas. En efecto: vivió sólo 42 años (1920-1962).
En los años que yo frecuentaba la SECH (1975-1976) vivía, en el piso superior de la casona de Simpson 7, la poeta Ximena Solar (compañera de Mario Ferrero, de rokhiano de tomo y lomo).
Una vez me invitó a tomar té. Mujer joven y hermosa Ximena me contó algo del anecdotario literario chileno.
Entre esos casos uno me conmovió. Me dijo que Carlos de Rokha la iba a visitar en forma regular y que en una de esas visitas, vio que el poeta estaba sumido en una tristeza mayor a otras ocasiones y que, en medio del diálogo, él le señaló: “Me voy a suicidar”.
Ximena Solar no lo creyó, pero el gran poeta se autodestruyó en los días siguientes mediante un medio que no se ha podido aún dilucidar: o exceso de fármacos o un tiro de revólver.
El anuncio hecho a Solar por Carlos de Rokha es muy poco conocido. Un suceso que guardé en mi memoria durante más de treinta años y que, ahora, me atrevo a develar.
El poeta era mágico e iracundo a la vez. Tenía las rabias y dolores del genio y la ternura y locura de los niños.
Carlos de Rokha dejó en este mundo un legado poético importante. Hoy –que suele hablarse mucho de su padre- reaparece, aunque nunca ha estado muy ausente. Su poesía vive.
Dos son sus libros fundacionales: MEMORIAL Y LLAVES y PAVANA DEL GALLO Y EL ARLEQUÍN.
Participó del Grupo Mandrágora junto a Teófilo Cid, Braulio Arenas y Enrique Gómez-Correa.
Se le inserta en la Generación literaria de 1938.
El poema breve que reproducimos a continuación es una sola muestra del gran talento que poseía el gran poeta hijo de uno de los cuatro grandes de la lírica chilena.
JULIETA O LA CLAVE DE LOS SUEÑOS
Una mujer de champagne me llama desde un sueño
Donde ella con sus ojos me pervierte
Deliciosa es fascinante
Adorable envenenada
Sobre la boca una mancha más negra
Ese gesto que marca sus pasos
De bella condenada a las habitaciones
El Océano en sus manos renueva sus espejos
La vida que yo amo es ésta entre sus brazos.
A casi medio siglo de su desaparición éste y muchos otros poemas nos dicen que Carlos de Rokha vive, que, como el Ave Fénix, renace de sus cenizas. Su renacimiento es un premio a la poesía chilena y ¡por qué no!: a la poesía en lengua española.
Carlos de Rokha –uno de los hijos del majestuoso Pablo y de Winétt- es un alto valor de la lírica chilena de todos los tiempos. Su poesía, bella dentro de los cánones de cierto hermetismo, conmueve a los lectores.
Su temprano viaje hacia el silencio dejó a la poesía en lengua hispana sin una de sus mayores promesas. En efecto: vivió sólo 42 años (1920-1962).
En los años que yo frecuentaba la SECH (1975-1976) vivía, en el piso superior de la casona de Simpson 7, la poeta Ximena Solar (compañera de Mario Ferrero, de rokhiano de tomo y lomo).
Una vez me invitó a tomar té. Mujer joven y hermosa Ximena me contó algo del anecdotario literario chileno.
Entre esos casos uno me conmovió. Me dijo que Carlos de Rokha la iba a visitar en forma regular y que en una de esas visitas, vio que el poeta estaba sumido en una tristeza mayor a otras ocasiones y que, en medio del diálogo, él le señaló: “Me voy a suicidar”.
Ximena Solar no lo creyó, pero el gran poeta se autodestruyó en los días siguientes mediante un medio que no se ha podido aún dilucidar: o exceso de fármacos o un tiro de revólver.
El anuncio hecho a Solar por Carlos de Rokha es muy poco conocido. Un suceso que guardé en mi memoria durante más de treinta años y que, ahora, me atrevo a develar.
El poeta era mágico e iracundo a la vez. Tenía las rabias y dolores del genio y la ternura y locura de los niños.
Carlos de Rokha dejó en este mundo un legado poético importante. Hoy –que suele hablarse mucho de su padre- reaparece, aunque nunca ha estado muy ausente. Su poesía vive.
Dos son sus libros fundacionales: MEMORIAL Y LLAVES y PAVANA DEL GALLO Y EL ARLEQUÍN.
Participó del Grupo Mandrágora junto a Teófilo Cid, Braulio Arenas y Enrique Gómez-Correa.
Se le inserta en la Generación literaria de 1938.
El poema breve que reproducimos a continuación es una sola muestra del gran talento que poseía el gran poeta hijo de uno de los cuatro grandes de la lírica chilena.
JULIETA O LA CLAVE DE LOS SUEÑOS
Una mujer de champagne me llama desde un sueño
Donde ella con sus ojos me pervierte
Deliciosa es fascinante
Adorable envenenada
Sobre la boca una mancha más negra
Ese gesto que marca sus pasos
De bella condenada a las habitaciones
El Océano en sus manos renueva sus espejos
La vida que yo amo es ésta entre sus brazos.
A casi medio siglo de su desaparición éste y muchos otros poemas nos dicen que Carlos de Rokha vive, que, como el Ave Fénix, renace de sus cenizas. Su renacimiento es un premio a la poesía chilena y ¡por qué no!: a la poesía en lengua española.
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