2 dic 2008

AMADO NERVO: TRES POEMAS INMORTALES


La columna de José Martínez Fernández


Su vida fue quieta. Como pocas vidas de poetas. Aunque en su juventud proyectó convertirse en sacerdote, dejó esa opción de lado atraído por la poesía. Manuel Gutiérrez Nájera fue quien primero influyó en las creaciones de Nervo. Fundó la “Revista Moderna”. Cantor del amor y de la muerte, su poesía es tan sencilla que puede llegar a cualquier ser humano. Perteneció a la escuela modernista (cuya figura central es Rubén Darío, el nicaragüense). Vivió pocos años: 49. En efecto nació en 1870 y falleció en 1919. Esta enorme figura de la poesía de México es un referente obligado para los enamorados y para los desencantados. Se atribuye su muerte, en parte, a la desolación en que lo dejó la desaparición de su esposa, a quien dedicó su libro “La amada inmóvil”. Otros libros importantes de Amado Nervo son “Plenitud”, “Elevación”, “Serenidad” y “Perlas negras”. A continuación reproducimos tres poemas de este gran aeda mexicano.

A CARMEN

Tu nombre es un verso,

dos versos tus ojos,

mil versos anidan en tus rizos negros

en el alboroto.


Tus dieciséis años son dieciséis versos:
dos octavas reales que cantan en coro,

y tus frescos labios, tus primaverales

labios de cerezas, un dístico rojo.


¡Feliz quien te diga “mi Carmen” y firme

tan lindo poema con besos gloriosos!



ESTA NIÑA DULCE Y GRAVE


Esta niña dulce y grave

tiene un largo cuello de ave,

cuello lánguido y sutil

cuyo gálibo suave

finge proa de una nave,

de una nave de marfil.


Y hay en ella cuando inclina

la cabeza arcaica y fina,

-que semeja peregrina

flor de oro- al saludar,

cierto ritmo de latina,

cierto porte de menina

y una gracia palatina

muy difícil de explicar…


EN PAZ


Artifex vitae, artifex sui

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida,

ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:

cuando planté rosales coseché siempre rosas.

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:

¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!



Hallé sin duda largas las noches de mis penas;

mas no me prometiste tan sólo noches buenas;

y en cambio tuve algunas santamente serenas...



Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!



FUENTES:

Lengua y literatura. Editorial Planeta. Colombia, 1992.

Los jardines interiores. Amado Nervo. Buenos Aires, Argentina. Sin fecha.

En voz baja. Amado Nervo. Buenos Aires, Argentina. Sin fecha.

Otras fuentes.

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