27 ago 2010

POESÍA TESTIMONIAL DE JOSÉ MARTÍNEZ FERNÁNDEZ


Por Luis Araya Novoa.
Poeta y ex profesor universitario de Literatura
de la Universidad de Chile.

Leo con atenta prolijidad el último poemario de José Martínez Fernández (Arica, Chile, 1949), editado en Tacna, Perú, en julio de 2009, y verso a verso, poema tras poema, concluyo que mi intelectual acción no puede terminar con el acostumbrado cierre de libro seguido de una que otra conjetura acerca de la vibración literaria del texto. Es que deduzco que "Estas rosas de amor y de odio", atinado título para los veinte escritos acuñados en páginas diseñadas con formato tradicional, fino y atractivo, de elegante gráfica propicia a la lectura inmediata, precedida de portada con dibujo y composición del propio autor, configuran un ramo verbal de pétalos y espinas de auténtica poesía, insoslayable para quien ama y se fortalece siendo leyente y celebrante de su rito linguístico existencial supremo.

Desde la presentación del conjunto "Explicación por un malentendido", el poeta expone el procedimiento lírico organizador de su decir y atrae de inmediato a a la lectura de "Pretérito que a mis delirios vuelves", "Cariños, amores e iras en luces más recientes", "Un pasado de luces y oscuros", "Oh estación de la muerte", "Ídolo de piedra y de luz" y "Esa remembranza de carne y de sangre", espacios emotivos en que junto con ordenar su sensibilidad receptora manifiesta su singular tecnicismo creativo. Orientados y perfilados por tal recurso, consistente en testimoniar al modo de una crónica intimista o confesión depuradora un determinado hecho, relación interpersonal o estado anímico de menoscabo; los poemas, así creados, se explayan con sencillez conversacional no ajena al esplendor de imágenes motivadoras de apertura a niveles de comparación semejante al hecho, relación o temple tratados, profundizando la conmoción lectora que confirma sus deducciones en versos que en sí mismos constituyen la totalidad de un poema: "Todo mar muere a orilla de roca"; "como el universo metido en una caja a la mano"; "y el sol es una ampolleta ruidosa"; "no es justa la muerte de quien canta el principio del universo"; "la utopía de los niños, los buenos y los tontos"; "siempre me quedé en los sueños".

El procedimiento de testimonio existencial verbalizado facilita a José Martínez Fernández una producción de textos poéticos comunicadores de verdad vital extrema tales como "Ella armaba figuritas de papel", "¿Qué será de Alejandra?", "Amigos", "Si hubiese que volver al pasado", "Conversación con mi tía Albina Fernández", poemas que siendo reminiscencias dolidas (espinas de rosas) no desmerecen a los de homenaje y admiración cívicas (pétalos de las mismas) como "En los días de Carmen", "La niña de Carahue", "Canción por Marcelo Ríos", composiciones en que el leyente justifica su rememoración temática respecto versos de Vallejo, Neruda, Parra y Alberti y se permite ponderar sin ambages a Martínez Fernández por su capacidad poética formativizante que a la vez que lo separa de ellos también lo sitúa en igualdad creativa señera de talento captador de la palabra profunda que emociona y ennoblece.

Por algo el propio poeta lo confirma cuando en la contraportada de "Estas rosas de amor y de odio" dice: "José Gonzalo Martínez Fernández ha decidido dedicar todo el resto de su vida a las letras y a la pintura", aseveración consolidante del procedimiento poemático aplicado, porque mientras más realistas son anécdota, personaje (incluso se le identifica) y ambiente diseñados, el matiz evocador, impulsado por sujetividad e imaginación ilusionadas, describe (pinta) dichos elementos composicionales con palabras de tono melancólico o dramático sugeridoras de imágines más plásticas que verbales, tal en "tenía el rostro claro y los ojos pequeños/ como las pequeñas niñas asiáticas", "¿qué será de la joven Alejandra Ramírez Farías? Hoy ya mujer, y de seguro, madre", "seguro estoy que seguirá/ recordando cada sueño hecho persona/ y cada persona construida de sueños", "y en la tierra y en el cemento tocan suelas"; y así en otros versos ocurrentes, indagatorios, resignados, conmovidos, ansiosos, panegíricos o iconoclastas. Porque del amor entre vocablo y figura, la poesía de Martínez Fernández nace y se posiciona testimoniando humanidad, "el rostro más leve/ el más imaginario/ y mirarlo por los siglos que se nos vienen ("Noche", 2008).

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