20 sept 2011

UN OLVIDO SOBRE MI PARTICIPACIÓN EN TEBAIDA




Por José G. Martínez Fernández.

El poeta Oliver Welden me ha hecho llegar el número 31 de TRILCE (Una revista de poesía: creación y reflexión).

Una revista de gran calidad literaria que dirige el poeta Omar Lara y de gran calidad artística e impresa a todo lujo.

Sus articulistas y sus poetas son EXCELENTES.

Bastante de este número está dedicado a Alicia Galaz Vivar. Sobre ella se han publicado en este número de TRILCE varios artículos y en uno de ellos hay un error que aclaro.

Dice el articulista, refiriéndose a los poetas que en Arica, a comienzos de los setenta, rodeaban a la poeta:

“Los jóvenes la respetábamos. ¿Cuántos éramos? Una docena. Tal vez menos, no sé. Lo concreto es que la respetábamos. Cómo llegar a ella se decían muchos. Me da la impresión que no fueron más de cuatro que se atrevieron desde dentro de la Universidad. Desde fuera, fui el único…”.

“DESDE FUERA, FUI EL ÚNICO…”

Quiero sacar del error a quien ha hecho esta crónica: un buen articulista y buen poeta.

Dice que fue el único en llegar a Alicia Galaz –desde fuera de la universidad, en esa época-, lo que es un peculiar olvido.

El primero que llegó hasta Alicia Galaz sin ser universitario es quien escribe estas líneas y no lo hizo por su cuenta, sino porque Alicia Galaz y Oliver Welden me enviaron una carta para participar del grupo TEBAIDA.

Aquella carta fue una emoción enorme. Una dicha que no tiene nombre.

Yo conocía la revista TEBAIDA y sabía de Alicia, de Oliver Welden.

Aquel primer encuentro con la DAMA DE LA POESÍA fue exuberante.

Ellos mismos me fueron a buscar a casa de una tía, allá en la Población Pacífico.

Me llevaron a su casa (varias veces ella y Oliver me invitaron a la misma. Estaba situada cerca del Estadio local) y allí, en cierta ocasión, Alicia, que carecía de todo egoísmo, me invitó para reunirnos con un escritor que hacía crónica literaria en LA NACIÓN de Santiago. Tamayo era su apellido. Sólo participamos cuatro: Alicia, Oliver, Tamayo y quien escribe estas letras.

La prueba más irrefutable del hecho fue que salió la nota en LA NACIÓN y allí fuimos citados los cuatro.

Todas las semanas, muy al atardecer nos reuníamos, en una sala de la Universidad de Chile, Sede Arica, para leer nuestros textos y analizarlos.

La voz de la DAMA DE LA POESÍA sonaba como aquellos ríos que se deslizan con gran quietud.

Luego la Junta de Adelanto de Arica me llamó para realizar un Concurso de Poesía. Me pidieron que, como TEBAIDA, fuéramos jurado. En él participamos tres del grupo: Alicia, Oliver y quien escribe. Y un periodista cuyo nombre bien olvido.

Después la Universidad del Norte también me llamó para organizar un Concurso de Cuento y de Poesía y me pidió que –como miembro de TEBAIDA- yo fuera jurado junto a Oliver y a Alicia.

En poesía ganó Florencio Faúndez y –entonces- Alicia Galaz lo invitó a participar como miembro de TEBAIDA.

Recuerdo que en una ocasión nos visitó el gran poeta peruano Washington Delgado con quien dialogamos.

También, como nos recuerda el articulista, había un joven que escribía poesía inicial, un principiante…al que recuerda sólo con su apellido: Choque…Le recuerdo al articulista que a quien cita es a CARLOS Choque, un joven peruano.

Y, para mayores pruebas de que yo fui el primer poeta no universitario que se integró a TEBAIDA están algunos poemas míos en el último número de la revista TEBAIDA y otra prueba más, a fines del mismo 1972, Ediciones Mimbre-Tebaida, con dibujos de Guillermo Deisler, publicó mi libro EXPOSICIONES.

No seguiré abundando en pruebas…Pero yo fui el primer poeta no universitario que cruzó las aulas de la Chile, sede Arica, para participar en los talleres poéticos de Alicia Galaz Vivar, hecho que me costó desavenencias con otros poetas amigos de Arica: Óscar Hahn, quien fue el primero que conocí y Nana Gutiérrez, otra destacada poeta…

Entré al mundo de TEBAIDA, lugar mágico en que vi como en Alicia Galaz se reunían la belleza e inteligencia brillante de la DAMA DE LA POESÍA y donde conocí a su compañero Oliver Welden, entonces un ventarrón de voz al exponer su poesía breve, erótica y llena de luces, que lo llevaron a crear ese gran libro llamado PERRO DEL AMOR, por el que ganó un Premio Nacional de Poesía.

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